La Celebración del Día de Muertos es la tradición; en ella, cada familia se prepara para recibir a las almas de aquellos familiares y seres queridos que han abandonado esta vida.
Pero hablar del Día de Muertos es hablar de misticismo, de simbología, de raíces prehispánicas, de altares, de ofrendas, de historia, de muchas cosas que pasan entre los últimos días de octubre y los primeros días de noviembre.
Desde nuestros ancestros.
Todo data desde la época prehispánica; en los 18 meses del calendario mexica existen por lo menos seis festejos dedicados a los muertos y el más importante era la Fiesta de los Descarnados que se celebraba en el noveno mes, es decir entre julio y agosto cuando terminaba la cosecha; esta festividad era en honor a Mictecacíhuatl, "La Dama de la Muerte" ó Reina del Mictlán, y también a Mictlantecuhtli, "Señor del Lugar de los Muertos" y "Dios de las Sombras".
Para las culturas prehispánicas, existía la creencia de que había una entidad anímica e inmortal que daba conciencia al ser humano y que éste al quedarse sin vida, continuaba su camino en el mundo de los muertos, donde aún necesitaría de utensilios, herramientas y alimentos. La muerte, era el comienzo del viaje hacia el Mictlán, el noveno y último nivel del inframundo, el Reino de los Muertos.
Al Mictlán llegaban todos los muertos que hubieran perecido de causas naturales pero también existía el Tonatiuhichan, a donde llegaban quienes morían en guerra o en labor de parto; también estaba el Tlalocán, a donde iban los que fallecían por causa de agua, rayos, o enfermedades; por último el Tonacacuauhtitlán lugar al que iban los niños que no habían probado el maíz, símbolo de la tierra y por lo tanto no habían tenido contacto con la muerte; allí, eran alimentados por el árbol que da sustento y donde permanecían hasta que recibían la oportunidad de una segunda vida, reencarnación.
A diferencia de la religión católica, en el Mictlán no existían las connotaciones morales del infierno ni del paraíso; sin embargo, para llegar a él, los muertos debían pasar por diversas pruebas que encontraban en los diferentes niveles del inframundo durante cuatro años, para finalmente llegar al lugar de su eterno reposo y liberarse de su Tonalli o alma y ser compensados por la presencia de Tonatiuh, el "Dios del Sol".
No fue hasta la llegada de los conquistadores (1521), cuando la divulgación del cristianismo introdujo a nuestra cultura el terror a la muerte y al infierno; sin embargo, los evangelizadores tuvieron que ceder ante las fuertes creencias de los nativos, promoviendo un sincretismo entre las costumbres españolas y las indígenas, dando lugar a lo que hoy conocemos como la celebración de Día de Muertos ó la celebración de "Todos los Santos" y los "Fieles Difuntos."
Un día para cada alma.
En México, cada pueblo, cada región, tiene sus propias tradiciones, sus propios usos y costumbres, de ahí que los festejos comiencen con los preparativos y realización de algunos platillos desde el 25 de octubre y finalizan, dependiendo de las costumbres locales, el 2 o 3 de noviembre. Cuenta la historia y la tradición que ha pasado de boca en boca entre generaciones, que las ánimas llegan en orden a las 12 horas de cada día, de la siguiente forma:
28 de octubre: día en que se recibe a los que murieron a causa de una accidente y nunca pudieron llegar a su destino, o bien, los que tuvieron una muerte repentina y violenta.
29 de octubre: a los ahogados.
30 de octubre: a las ánimas solas y olvidadas, que no tienen familiares. que los recuerden; los huérfanos y los criminales.
31 de octubre: a los limbos, los que nunca nacieron o no recibieron el bautismo.
1 de noviembre: a los niños, también referidos como "angelitos".
2 de noviembre: a los muertos adultos.
Por ejemplo, en Puebla y Veracruz los días 29 y 30 de octubre se celebra a los fallecidos nuevos, de no más de un año; considerando además, que los que murieron el mes anterior a la celebración no reciben ofrenda, pues carecen de tiempo para obtener permiso de volver. En algunas regiones del sur del país, el día 31 de octubre se espera a nuestros ancestros, a los muertos de los muertos, a los que no conocimos; en Baja California, el 2 de noviembre se reciben a todas las ánimas; el grupo Tzeltal en Chiapas, que se rige por el calendario maya, lleva a cabo sus celebraciones desde el día 15 de octubre hasta el 2 de noviembre.
Las ofrendas
El elemento más representativo de la festividad de Día de Muertos son sus ofrendas con sus respectivos altares, es una representación sobre la muerte, llena de alegorías y de significados.
En los lugares donde la tradición está más arraigada, los altares comienzan a tomar forma el 28 de octubre y llegan a su máximo esplendor el día 2 de noviembre. Es común, que el primer día se prenda una veladora y se coloque una flor blanca; al siguiente día se añade otra veladora y se ofrenda un vaso de agua. Para el día 30 de octubre, se enciende una nueva veladora, se coloca otro vaso de agua y se pone un pan blanco; el día siguiente se coloca la fruta de temporada (mandarina, guayaba, naranja, manzana, tejocote). Para el primero de noviembre, se pone la comida dulce, el chocolate, la calabaza en tacha, y las flores. El día mayor, se coloca la comida preferida de los difuntos, el tequila, el mezcal y la cerveza. El elemento que no falta en ninguno de estos días es el copal encendido.
Tradicionalmente los altares tienen niveles, y dependiendo de las costumbres familiares se usan dos, tres o siete niveles. Los altares de dos niveles, los más comunes hoy en día, representan la división del cielo y de la tierra; los de tres niveles representan el cielo, la tierra y el inframundo, aunque también se les pueden referir como los elementos de la Santísima Trinidad.
Pero el tradicional por excelencia, es el altar de siete niveles, que representan los niveles que debe atravesar el alma para poder llegar al lugar de su descanso espiritual. Cada escalón tiene un elemento representativo con su respectivo significado.